De pandillero fashion con arete y pañuelo en la cabeza pasó a ser una estricta institutriz de corte inglés, luego un muñeco narizón que le decía papá a un tal Gepetto, más tarde un temerario narcotraficante que mataba sin despeinarse y, últimamente, hemos sido testigos de sus dotes de bailarín.
Esa es parte de la vida pública de Sergio Galliani, sin embargo pocos saben que detrás de todas esas máscaras hay en esencia un emprendedor. Habría que decir que trabaja mucho y duerme poco, que nunca estará tranquilo y que esa energía lo lleva por caminos variados y distintos, como los que transitan sus múltiples personajes.
Sergio, camaleónico como lo exige su arte, incursionó en diferentes proyectos más movido por la curiosidad y por su espíritu aventurero que por otra cosa. Sin embargo, cercano a los 50, sabe que la movilización del dinero que cosecha en los escenarios y las pantallas le permitirá asegurar el futuro. “No es que vea resultados a cada momento, pero mi política es tener invertido mi dinero”, resume el actor.
Sergio es un fanático de los autos y hasta ahora dedica horas a mantenerlos en buen estado. No pasó mucho tiempo para que enganchara su pasión por las ruedas con una idea de negocio. De hecho, hoy alquila motos y coches que pone a disposición de las productoras de cine y televisión para sus grabaciones. Incluso se dio maña para transformar una camioneta en un camper con posibilidad de convertirse en camarín, sala de reuniones, comedor, y que incluía un grupo electrógeno para grabar en exteriores. “Antes de tener la plata en el banco, prefiero tenerla en movimiento, como en la vida”, sostiene.
Para él hablar de empresa es remontarse muy lejos. Desde niño se vio atraído por diferentes maneras de emprender un negocio. “He hecho de todo. Mi primer negocio fue el típico: vender limonada en la puerta de mi casa; pero también tuve una tienda de videos, luego reparaba motos, arreglaba carros para venderlos, etc. Sin embargo, mi primer trabajo serio fue trabajar de mozo en el Banco Minero. Lo hice para comprar mi moto y mi tabla a los 14 años”.
Luego, después de trabajar en una bodega puso su propia panadería en Barranco, vendió sándwiches en Miraflores y, mientras estudiaba actuación, vendía las tortas de su panadería por el centro de Lima. Más adelante llegó el diseño de ropa, especialmente una marca para niños llamada ‘Comander Salamandra’, a la que le fue bien pero que por su propio derrotero actoral tuvo que dejar. Sin embargo, ese mismo espíritu lo sigue movilizando.
Pensión a la vista
Para Sergio lo fortuito es bastante crucial en el curso de su vida empresarial. Los negocios lo encuentran a él y no al revés. Sin embargo tiene la convicción de que más allá de la actuación, que de hecho es lo suyo, prefiere pensar en un negocio propio antes que en una AFP. Actualmente, como actor, podría vivir tranquilo, sin embargo se revela ante un posible estancamiento y continúa con sus planes a futuro. “He comprado un terreno en Cieneguilla y tengo la idea de poner una casa de campo con bungalows para alquilar. De todas maneras empiezo el otro año pero poco a poco nomás”, afirma. Pues, suerte y buenos vientos.